martes, 4 de agosto de 2009

De Montevideo a Buenos Aires...


Pues parece que se acabaron los viajes. Ya sólo me queda el final, el de avión. Durante estas cinco semanas he viajado en todo tipo de medios de transporte: avión, autobús, bicicleta, moto, furgoneta, coche, micro y sólo me quedaba uno por mar. En este caso no por mar sino por río. Esta foto que veis está hecha desde el ferry que une Colonia y Bs As que era el último desplazamiento que tenía que hacer para llegar a la última etapa de mi viaje. Veréis que no se ve tierra al fondo. Está hecha en dirección a Montevideo pero la anchura de la desembocadura es bestial, 200 km como os dije. Una maravilla...la verdad es que a medida que me acercaba al puerto de Bs As se me iban poniendo los pelos de punta. Es que sin muchas cosas las que viví en estas semanas. Algunas cosas me parece como si hubieran pasado meses. Como si las hubiera vivido hace mucho tiempo, y lo hice recién. Ay, ay, qué recuerdos.

Las últimas horas en Montevideo fueron intensas. Por un lado hubo despedida a Conchi en la parroquia, la cual se va a hinchar puesto que en estos días que le quedan le están preparando varias. La foto que adjunto pertenece al momento en el que el grupo de jóvenes del barrio con los que ha trabajado le entregaba un recuerdo hecho con fotos y texto. Muy emocionante el momento. No digo nada más, Conchi, que te me enfadas.

La verdad es que Montevideo ha dejado en mí una huella profunda. Me encanta el trabajo que hacen, la cantidad de proyectos que tienen en el barrio de Casabó y en el de Montserrat. Fábrica de reciclado de plástico cuyas trabajadoras son mujeres del barrio, proyecto Esquinas (este me encanta) en el que Conchi salía junto con otro hombre a las esquinas del barrio para entrar en contacto, en una primera fase, con los chavales que están todo el día allá apostados, sin hacer nada, bebiendo, y en ocasiones entrando en conflicto entre ellos. Tras entablar relación con ellos se pretende ir empujándoles a cursos y talleres de formación. Muchos de estos chicos tienen más de 20 años, están casados y con hijos (las familias acá tienen una cantidad de hijos brutal). Y no hacen nada durante todo el día, más que estar en la esquina.

Estos días he conocido realidades muy duras en Montevideo. La verdad es que no deja de ser más de lo mismo de lo que he estado viendo durante mi viaje, pero uno no se llega a acostumbrar (aunque esto lo matizaré en mi última entrada). El domingo me llevaron, a la Cantera del zorro. Si ya Punta de Sayago había sido fuerte y lo que viví allí también, lo de este barrio era de sobresaliente.
De sobresaliente de las condiciones en las que puede vivir el ser humano, de la miseria, la degradación, la basura y la putrefacción. Dios mio, qué fuerte.

No deja de ser un asentamiento como puede ser el vacie. Si es que esto es lo peor, que nosotros también los tenemos, pero este estaba tan lleno de basuras, porque la gente se dedica a eso, que sobrecoge ver cómo viven. No os podéis imaginar el olor tan nauseabundo que había en algunos lugares de la Cantera. Y te partía el alma ver a los niños, comidos de mierda, correr y jugar por allá tan felices. Si es que en esos momentos a uno NO se le pasa por la cabeza reflexionar sobre cómo vivimos y viven ellos, sino agachar la cabeza y callarte. Yo no sabía qué decir porque me daba la sensación de que dijera lo que dijera era para nada. Intentaba abrir bien los ojos e intentar hacer preguntas lo más inteligentes que podía. Os puedo asegurar que, por seguridad, las fotos que subo son light comparadas con las de algunos lugares por los que pasé, pero que me advirtieron que no hiciera fotos. Nos les gusta eso, y lo entiendo. No es turismo de la pobreza lo que pretendo. Es sólo por mí y para mí (y ahora para vos).
Me voy muy contento por los tres días que pasé en Montevideo, por ver a Conchi, por la experiencia de la radio, por la acogida que me dieron y por todas las cosas que he conocido, por muy fuerte que sean. Volveré.

Pero la vida sigue y ahora me encuentro en la villa. De nuevo en casa, mi segunda casa, la americana. Cuando llegué agarré un colectivo y me vine directo para acá. Lo único destacable fue que mi ferry llegó a una zona del puerto un poco más retirada, y aunque tenía instrucciones para llegar a retiro, parte más central y donde salía mi línea de colectivo, hubo un problemilla y no podía cogerlo. y la cosa era que llegué a Argentina sin pesos argentinos, moneda nacional, y como la terminal no tenía cajero estaba sin un duro...argentino, porque llevo encima soles peruanos, pesos bolivianos, pesos uruguayos, guaraníes paraguayos, dólares americanos y euros, cágate, pero no argentinos. Así que entró en juego de nuevo la suerte y usando herramientas un poco sucias conseguí salir de allá. Os cuento: Yo confiaba en que al llegar a la terminal hubiera cajero pero como no estaba seguro empecé por preguntarle a un hombre sentado cerca de mí en el ferry por el colectivo que debía tomar, cosa que yo ya sabía. Al decirle que iba a la villa 21 se extrañó y me preguntó que qué se me había perdido a mí por acá. Le pregunté a lo que venía y él comenzó a decirme que conocía esa villa por el padre Pepe que salió en todos los noticieros,... Así que el hombre, al enterarse de que no tenía plata, se ofreció a que me fuera de la terminal con él en su taxi y que me dejaba en un cajero en la ruta de mi bus a la villa. El hombre me decía que cómo iba a entrar yo solo en la villa tan cargado de mochilas. Me rio, es lo mismo que pensaría cualquiera de nosotros si un extranjero te dice que está buscando un bus que le lleve a las tres mil y que se mueve solo. Nos parece una locura. El único problema es que llegué ya entrando la noche y eso si empieza ser preocupante. Pero nada todo fue sin problemas.


Cuando llegué todo perfecto, todos preguntando por el viaje, estuvimos cerca de una hora viendo las fotos, en la cena nos hartamos de reír contando anécdotas, cada uno opinando, un gustazo. Vuelta a casa.
Una de las cosas sorprendentes fue encontrarme al Cuervo. Luis lo conocerá de nuestra primera experiencia. Él dormía con nosotros. Es un hombre adicto a la pasta base, que lleva tres años intentando dejarlo pero que sufre continuas recaídas. Es un hombre increíble, del que se aprende mucho. Me hice una foto con él, Luis, para que lo veas. Está mucho mejor, fíjate que parece mucho más joven. Cuando me vio dijo su frase típica: "Eyyy, capo" (ja,ja).
Ahora lleva tres meses sin consumir y está recluido en una granja que tiene el padre Pepe a las afueras de Bs As para chicos drogadictos. El Cuervo ha estado varias veces viviendo acá en la parroquia cuando se encontraba en procesos de desintoxicación. Ahora vino a hacer unos recados y está hasta hoy al mediodía. Estuvimos cerca de una hora hablando y nos podéis ni imaginar lo que me contó sobre el tema de la pasta base (Paco). Me contó cómo vivía en la calle, en qué condiciones, como se comporta tu cuerpo bajo la adicción, los códigos de la calle, estaba impresionado pero aprendiendo a lo bestia. Creo que nunca hablé, y sobre todo me hablaron, con un drogadicto de esta forma. Me hubiera encantado grabarla para que la escucharais. Un documental en directo.